Por: Silvia de Soberanis
El concepto más común de “persona” es el de “un ser dotado de razón, consciente de sí mismo y poseedor de una identidad propia”. Todo esto se relaciona con conocernos a nosotras mismas. ¿Cómo respondemos si alguien nos pregunta: ¿Quién eres? Inmediatamente respondemos con algunos de nuestros datos como: nombre, edad, estado civil, profesión, etc. Realmente, esas respuestas no corresponden a la esencia de la pregunta, pues como individuos de la especie humana, nuestra respuesta debe ser de acuerdo a lo que Dios dice de nosotras, reconociendo que Dios nos hizo “especiales y únicas”.
En Génesis 1:26-27, la Escritura nos lleva a conocer que el hombre y la mujer son el único ser hecho a la “imagen” y llevando la “semejanza” de Dios mismo. Contrario a lo que algunos creen hoy día, el hombre y la mujer no son un producto del azar, o un accidente cósmico, somos el bello producto de la voluntad y el poder creador de Dios. Somos portadores de su imagen. Dios nos hizo para gobernar Su creación.
La raza humana puede reconocer, celebrar, rechazar o ignorar esta verdad; y también podría tratar de negar nuestra condición de criaturas, pero el hecho de negarlo no puede deshacer la obra de Dios, pues la marca de Dios es inamovible y está en la humanidad.
Dios nos creó: varón y hembra, y ninguna ideología podrá cambiar el diseño y el propósito que Él tiene con Su creación.
NUESTRA IDENTIDAD
Muchas veces nos preguntamos: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? Nuestra vida necesita respuestas y las respuestas están en la Palabra de Dios.
Juan 1:12 dice:“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Para tener una identidad correcta, cada una de nosotras debe reconocer la misericordia y el poder de Dios para salvarnos y librarnos de lo que realmente merecíamos; Él, a través de su Hijo Jesús, nos da una nueva identidad. La identidad de hija de Dios nos convierte en herederas de Dios y coherederas con Cristo Jesús. (Romanos 8:17)
Mi identidad debe estar establecida en conocer de dónde vengo para no ser confundida con las diferentes teorías que existen, no nacimos por casualidad ni por error, Dios nos tenía en Su mente. (Salmo 139:13-16)
Ahora bien, nuestra apariencia, nuestras habilidades, nuestras posesiones materiales, herencia física, nivel socioeconómico, nivel cultural, nuestra raza y todo lo que consideremos valioso, NO nos define como persona. La Palabra de Dios establece claramente quienes somos, lo que Jesucristo nos ha dado y lo que podemos hacer y ser en Él. Somos una nueva criatura (2 Corintios 5:17)
Para terminar, nuestro Dios omnipotente, como parte de su propósito, le ha dado a cada “persona” un diseño original, que también es parte de su imagen. Cada una de nosotras debe responder a ese diseño de la manera que Dios le guíe para proyectar sabiamente, en los lugares que Dios nos permite estar, el parecido y la semejanza con Él.
No dejes de compartir esta reflexión, Dios te bendiga.
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