
En Hechos 16:19 al 34 está el relato de cómo el apóstol Pablo y Silas fueron apresados, azotados y echados a la prisión por haber hecho un milagro de sanidad en una joven que tenía un espíritu de adivinación.
Pablo y Silas pasaron momentos difíciles, pues después de ser azotados los echaron dentro de una cárcel oscura y sucia y les colocaron grilletes en los pies.
¿Qué haríamos nosotras en semejante situación? ¿Qué haría yo?
Lo que hicieron estos dos prisioneros es sorprendente: decidieron alabar a su Señor y comenzaron a cantar himnos a Dios, tuvieron su propia reunión de alabanza y adoración en medio de la situación que estaban pasando de humillación y sufrimiento.
El apóstol Pablo y Silas podían entender que no son las circunstancias las que deben motivarnos a adorar a Dios, sino que debemos adorarle porque Él es el único que merece ser alabado y adorado.
La absoluta dependencia y fe en Dios que el apóstol Pablo y Silas demostraron al alabar a Dios en medio de tanto sufrimiento, dolor y humillación, y luego su integridad al no huir (para que el carcelero no fuera castigado con la pena de muerte) hizo posible que una familia completa creyera en el Señor Jesucristo y pudiesen ser salvos.
La integridad de ellos era tan completa, que después de haberles predicado al carcelero y a su familia, regresaron a la cárcel. Fue hasta el día siguiente que los magistrados tuvieron que llegar personalmente a rogarles que salieran de la cárcel.
Este pasaje bíblico nos da una enseñanza muy valiosa, porque nos muestra que se debe alabar a Dios en todo tiempo. No solamente cuando estamos bien y sin problemas, sino que también en medio de sufrimientos y conflictos, y lo más importante es que nos enseña que es muy valioso alabar a Dios con nuestra manera de vivir y actuar, porque nuestro testimonio de vida es la mejor forma de alabarle a Él.
Por otro lado, también es necesario aprender que nuestra alabanza y adoración NO debe estar motivada por la intención de querer manipular a Dios: puesto que hay personas que piensan que primero deben alabarle y después ya pueden pedirle y así Dios contestará más rápido sus peticiones. No es así, puesto que a Dios es imposible manipularle.
Dios quiere que cualquiera que sea nuestra circunstancia, podamos levantar nuestras voces en alabanza y agradecimiento a Él, porque tenemos el privilegio de conocerle y de ser sus siervas.
