LA HUMILDAD
LA HUMILDAD
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:8
Jesús se humilló y vino a la tierra como un siervo y dio Su vida por nosotras. Cuando renunciamos al “yo” y nos humillamos delante de Dios recibimos una fortaleza y una visión nueva. Dios nos prepara para la grandeza y la bendición.
La humildad no es una característica natural de nuestro ser y tampoco podemos obtenerla con solo desearla. Para obtener la humildad tenemos que buscarla con todo el deseo de nuestro corazón.
Un cristiano tiene que tener puesta su mirada en Dios y NO en sus talentos y logros personales ya que este es el camino que Dios nos llama a seguir: Buscar a Dios con todas nuestras fuerzas y hacer Su voluntad.
Dios permite que pasemos por situaciones adversas como el dolor, la vergüenza, la crítica, etc. para que no nos llenemos de orgullo y nos volvamos personas arrogantes. Él desea que renovemos nuestro entendimiento y que nuestra manera de pensar llegue a ser igual a Él.
Él quiere que aprendamos a orar como Jesús oró “…Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Leer Lucas 22:42
LA HUMILDAD Y EL ORGULLO
Una gran verdad que siempre debemos tener presente es que “si nos sentimos humildes” no estamos viviendo una vida de humildad. Dios desarrolla la humildad en nosotras a través del Poder de Su Espíritu Santo. Al hablar de la humildad que viene de Dios, hay dos principios que debemos conocer:
- Dios resiste al orgulloso de corazón
- Dios recompensa al humilde
“…revestíos de humildad; porque:Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes…” 1 Pedro 5:5
En “nuestras propias fuerzas” podemos llegar a tener éxito en nuestros negocios o trabajo, pero ese éxito será el resultado de la habilidad, inteligencia, conocimiento, etc. que Dios nos ha dado y por lo tanto no podemos vanagloriarnos del éxito que alcancemos. Tenemos que reconocer “humildemente” que la mano de Dios es la que nos levanta y sostiene y que el éxito siempre se alcanza por la gracia y la misericordia de Dios en nuestra vida.
Hay quienes podrían pensar que esta humildad es una señal de debilidad pero no es así. Esta humildad es una señal de fortaleza y madurez espiritual.
El orgullo es una actitud peligrosa, destructiva y totalmente inaceptable en la vida de un cristiano. También es un estorbo para alcanzar todo lo que Dios ha preparado para nuestro gozo.
El orgullo y la rebelión siempre están en completa oposición a la humildad; amenazan y llegan a destruir nuestra relación con Dios y no permiten que crezcamos espiritualmente. Una persona orgullosa llega a pensar y a creer que no necesita a Dios.
Otro peligro del que debemos cuidarnos es la “falsa humildad” porque pone demasiado énfasis en nuestro deseo de ser “personas mansas” y podría llevarnos a caer en el pecado de la hipocresía.
Para terminar, la expresión más grande de humildad es la entrega total de nuestra vida a Dios por medio de la obediencia. Sigamos el ejemplo de Cristo que renunció a su propia vida y a sus propios deseos, Él renunció a todo derecho que le correspondía por ser Hijo de Dios.
Puede ser que la búsqueda de la humildad signifique que tenemos que renunciar a cierto estilo de vida, pero a cambio recibiremos bendiciones de Dios que superan a cualquier tesoro terrenal.
El orgullo lo tenemos por naturaleza, pero la humildad es provisión de Dios.
¿Estas dispuesta a renunciar a ideales y deseos personales? Al contestar esta pregunta recuerda que si renuncias a hacer tu voluntad y obedeces el Plan que Dios tiene para tu vida no te vas a decepcionar.
Dios te bendiga




