
“3Doy gracias a Dios… que… me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día… 5trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.” 2ª. Timoteo 1:3-5
Cuando el apóstol Pablo escribe: “la fe no fingida en el corazón de la abuela Loida y de la madre Eunice”, está hablando del “conocimiento de la Palabra de Dios” que se había hecho “vida” en cada una de ellas.
Ellas dos caminaron y vivieron conforme a la verdad de Dios y no “conforme a una verdad aprendida en el mundo…” y por eso fueron capaces de transmitir su fe a Timoteo, porque respaldaban su enseñanza con su manera de vivir, por lo tanto se convirtieron en el mejor ejemplo que Timoteo podía seguir.
FINGIR es dar a entender algo que no es cierto, sino que solamente se finge o aparenta…
Muchas veces no nos damos cuenta que como madres y como abuelas, somos los modelos para los nietos y nietas, hijas e hijos, y principalmente que somos las que podemos sembrar en ellos una “fe real”.
Necesitamos entender que Dios nos ha dado sus mandamientos para que nos vaya bien, por lo tanto la Palabra de Dios es el Código de conducta bajo el cual debe estar dirigida la vida de toda mujer que ha creído en Cristo Jesús.
Jesús nos ha revelado a su Padre en Él, para que así como esas mujeres supieron ver y entender su papel fundamental en la formación de Timoteo, nosotras no nos olvidemos que esa “fe no fingida” de la que habla el Apóstol Pablo tiene mucho valor y les da seguridad a nuestros hijos y nietos.
La razón por la que ellas pasaron a la historia fue por su fe no fingida, y porque no se empeñaron en enseñar “lo que ellas creían”, sino que ellas enseñaron la verdadera revelación de Dios que es la única que puede dar fruto verdadero y duradero.
Oramos a Dios para que esta reflexión sea de edificación para tu vida.
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