
Cuando una persona tiene algunos años de estar casada, es bonito recordar cuán enamorada estaba de su cónyuge cuando recién se habían casado. La ilusión de construir un hogar, de mantener y hacer crecer más el amor hacia su pareja.
Cuando se habla de la relación de Jesús y su iglesia, se usa la comparación de esposo y esposa. Si usamos esa comparación podemos hacernos las siguientes preguntas:
– ¿Soy espontáneamente cariñosa con Dios como solía ser, o estoy esperando que únicamente Dios sea cariñoso conmigo?
– ¿Todo en mi vida (mis pensamientos, mis palabras, mis acciones) llena Su corazón con alegría?
– ¿Me quejo constantemente de las cosas que no parecen estar sucediendo como yo quisiera? ¿O le doy las gracias con el entendimiento que Dios sabe lo que es mejor para mí?
– ¿Mi vida ha sido, y sigue siendo, un testimonio de Su grandeza?
Nosotros lo amamos a él, porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19 RVC
Dios nos ha amado desde siempre, pero es triste pensar en la posibilidad que llegue el momento en que debido a que descuidamos nuestra relación con Dios, Él pueda llegar a decirnos:
Ustedes no están enamoradas de Mí ahora, pero yo recuerdo un tiempo cuando ustedes sí estaban enamoradas y me buscaban constantemente…
Leamos lo que dice este versículo: “Pero tengo contra ti que has abandonado tu primer amor.” Apocalipsis 2:4 RVC
Tenemos que cuidar el compromiso que un día hicimos con Dios. Hagamos memoria y recordemos:
– El día cuando renuncié a seguir en “mis caminos” para tomar el camino que Él me mostró.
– Ese amor por Jesús que “rebalsaba en mi corazón”
– Cuánta devoción tenía hacia Jesús.
“Yo sé todo lo que haces, y sé que no eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras frío o caliente! Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” Apocalipsis 3:15-16 RVC
Nuestra devoción a Jesús debe ser absoluta.
Démosle el primer lugar al amor por Jesús. Consagrémonos totalmente a Él (constantes en orar y leer Su Palabra).
Evitemos ser tibias en nuestra fe, que cada día aumente más y más la pasión por El Señor.
Por otra parte, puede ser que digas ¡Jesús aún es la prioridad número uno en mi vida!, qué bueno que así sea y te exhortamos a que así continúe siendo. ¡Que tu amor no se enfríe!
