
Constantemente estamos hablando y hablando sin antes detenernos a pensar en lo que vamos a decir; damos rienda suelta a nuestras opiniones, decimos todo aquello que nos indigna y criticamos a todos y todo lo que tenemos enfrente.
Luego viene la pregunta que la mayoría de personas nos hacemos frecuentemente ¿por qué tuve que decir esto…?
La verdad es que nuestra naturaleza humana se inclina a hablar sin ponerle freno a las palabras. Ante esta situación es bueno recordar que la Palabra de Dios nos ordena guardar nuestra boca:
1 Pedro 3:10 “…el que quiera amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño…”
LAS MALAS CONVERSACIONES CORROMPEN LAS BUENAS COSTUMBRES, ¿En qué áreas tengo problemas con la lengua?.
• LA QUEJA
Hagamos las cosas con amor. Filipenses 2:14-15.
Cambia la “queja” por “palabras de gratitud”.
• LA MENTIRA
“Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento…” Proverbios 12:22
Dios es Verdad y en consecuencia Dios aborrece la mentira. Nos encontramos en medio de un mundo lleno de mentiras en el cual podemos encontrar muchas formas de justificar el decirlas.
• EL ENOJO Y LA CRÍTICA
Es bueno hacer notar que al mencionar la palabra “crítica” (en este estudio) no debemos confundirlo con el chisme (que también es pecado). Al decir crítica nos estamos refiriendo a la actitud que tenemos de estar diciéndoles a las personas que: “…no hagan las cosas de tal o cual forma…” sino que las hagan en “ésta otra forma…”, que no se vistan así…, que no hablen así…
Colosenses 4:6 “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”
• JURAR EL NOMBRE DE DIOS Y MALDECIR
No debemos maldecir (decir mal) porque la Palabra de Dios nos dice que:
Mateo 12:36 “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.”
Por ningún motivo debemos jurar por el nombre de Dios en vano o maldecir, pero tristemente vemos que hay muchos cristianos que lo hacen; los oímos afirmar que Jesucristo es su Señor, pero usan vanamente Su Santo y Precioso Nombre.
Para terminar, en nuestras propias fuerzas es muy difícil controlar la lengua, pero con la guianza y el poder del Espíritu Santo de Dios obrando en nuestras vidas lo podemos lograr.
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