En cada etapa de nuestra vida constantemente debemos hacer una retrospectiva, un mirar atrás, para considerar todo lo que hemos avanzado y crecido.
Cuando recibimos a Jesús en nuestro corazón, damos un paso a un nuevo crecimiento en las diferentes etapas de nuestra vida, como un árbol cuando es plantado y la semilla llega a la tierra y muere ahí, dando inicio a una nueva planta, de la misma manera, cuando nosotras hemos recibido la Palabra y penetra en nuestro corazón, nuestra vieja vida empieza a morir y una nueva vida comienza a resurgir, tenemos el mismo nombre, la misma familia y la misma dirección, pero empezamos una nueva vida, porque tenemos una nueva oportunidad. Como una pequeña planta, que luego es un arbusto y después llega a convertirse en un árbol frondoso.
Lee lo que dice 2ª. Corintios 5:17: Si pensamos en NUEVA CRIATURA, estas palabas describen algo que es creado a un nivel nuevo de excelencia, se refiere a un nuevo nacimiento en nuestra vida. En Efesios 2:1 dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. Hemos sido libradas de una perdición total y por eso nuestra vida comienza ese proceso de transformación, posiblemente arrancando cosas que no son útiles y sembrando otras que sí son útiles, echando nuevas raíces.
En el Salmo 1:1-6, y Jeremías 17:5-8, la Biblia hace una comparación entre las personas que han puesto su confianza en Dios y las que no lo han hecho, la diferencia es tan grande que compara a las personas que no reciben bendición con un sequedal en el desierto y las que reciben bendición con un árbol frondoso junto a corrientes de agua con abundante fruto.
Con los años o las diferentes circunstancias en nuestra vida, si aceptamos caminar en la voluntad de Dios, vamos creciendo espiritualmente y el proceso de transformación en nuestra vida va echando nuevas raíces, continuamos creciendo y madurando, afirmando nuestra identidad; gracias a Dios estamos de pie y vamos convirtiéndonos en árboles frondosos, porque nuestra raíz no está limitada a una maceta.
En Juan 8:4-11, Jesús perdonó sin condenar a una mujer pecadora, a nuestro alrededor también hay mujeres necesitadas de Dios y que todavía en su vida, no tienen la revelación de Su Palabra. Muchas de ellas posiblemente llenas de pecado, y nosotras, como ese árbol frondoso, espeso, con muchas ramas llenas de hoja verde y abundante fruto, podemos darles sombra y abrigo, podemos amarlas, sin consentir el pecado, sin condenarlas, enseñándoles la oportunidad de una nueva vida para ellas, como lo hizo Jesús.
En conclusión: DIOS NOS AMA y sus brazos de amor siguen abiertos para cada una de nosotras, Él nos muestra a diario Su fidelidad y misericordia; nos sigue dando oportunidades para seguir creciendo, desarrollándonos, sin estancarnos; Dios quiere que recibamos todo lo bueno que viene de Su mano y no debemos desperdiciar tan valiosa oportunidad.

